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Sobre la omnipotencia cultural de los gatos en Japón

Actualizado: 25 sept 2024




Para cualquiera que observe un rato el mundo en el que vivimos, es evidente que los gatos son criaturas importantes para los humanos, y se han vuelto cada vez mƔs populares: los vemos en videos y memes en redes sociales, estampados en bolsos y calcetines, e incluso en lugares especiales donde uno puede sentarse a acariciarlos o contemplarlos mientras se toma un cafƩ. Yo misma escribo estas palabras con las uƱas de un gato clavƔndose cuidadosamente en mi muslo a travƩs de mis jeans, quizƔ como un recordatorio de que Ʃl no es mi compaƱƭa, sino al revƩs.

Pero quienes tenemos algĆŗn interĆ©s por la cultura japonesa, sabemos lo importantes que son estos pequeƱos felinos en Japón, donde no solo literalmente abundan en nĆŗmero (casi nueve millones), sino tambiĆ©n, en la mitologĆ­a y la literatura. Entre 1905 y 1906, durante la era Meiji, Natsume Sōseki publicó Soy un gato, novela Ć­cono de la literatura japonesa, justo en el momento en que Japón comenzaba a abrirse a Occidente. Ā«Soy un gato, aunque todavĆ­a no tengo nombre. No sĆ© dónde nacĆ­Ā». Se trata sobre las aventuras de un felino un tanto altivo y desdeƱoso que convive con miembros humanos de la clase media tokiota de inicios del siglo veinte. No solo esta novela emblemĆ”tica de su cultura estĆ” narrada por un gato, sino tambiĆ©n, celebran su propio dĆ­a del gato, y tienen once islas donde viven mĆ”s gatos que personas, como Tajiroshima, donde viven cincuenta personas que alimentan a mĆ”s de cien gatos, o la minĆŗscula Aoshima, donde conviven mĆ”s de doscientos gatos y menos de diez humanos.


En los 1,7 kilómetros cuadrados de Aoshima, conviven cientos de gatos junto a un puñado de humanos encargados de alimentarlos. Fuente: Europapress.


La mayorĆ­a de las fuentes coinciden en que los gatos comunes fueron introducidos en Japón en el siglo VI, al mismo tiempo que el budismo. Los antepasados directos del gato provienen de Oriente Medio y fueron domesticados en Egipto durante el tercer milenio a.C., donde por siglos fueron tratados como divinidades. Como cazaban serpientes y roedores, mantenĆ­an seguras las casas y las cosechas de trigo, el alimento base de la economĆ­a. Lo mĆ”s probable es que la especie se haya extendido primero por Europa y luego hacia China, por las redes de comercio, para llegar finalmente a Japón. Fue por la destreza felina para mantener a los ratones y otras plagas alejadas tanto de las cosechas como de los textos sagrados budistas, que los japoneses tambiĆ©n comenzaron a venerarlos. La costumbre de adoptar gatos domĆ©sticos se inició entre los nobles, que los recibĆ­an como caros obsequios del extranjero. El primer felino con nombre propio en la historia de Japón aparece alrededor del aƱo 999, en el perĆ­odo Heian, cuando al emperador Ichijō le regalaron una gata por su cumpleaƱos. Se llamaba Myobu no Otodo, que significa Primera Dama del Palacio Interior,Ā y usaba un collar rojo. SegĆŗn el relato de la cortesana Sei Shōnagon en El libro de la almohada, este emperador querĆ­a tanto a sus gatos que llegó a darles puestos en la corte y recibĆ­an trato de nobleza.

Las leyendas sobre los gatos son parte fundamental de la historia y tradición oral japonesas, y estÔn ligadas a la espiritualidad y la religión. En diversos puntos del archipiélago se cuentan historias locales de monstruos con formas de gato y templos erigidos en honor a felinos. Una de las mÔs difundidas es la del origen del amuleto Maneki-neko o gato de la fortuna (el que levanta la patita una y otra vez), que tiene lugar en el templo budista Gotokuji, ubicado en el barrio Setagaya, al oeste de Tokio. Si bien existen varias versiones, la mÔs conocida data del periodo Edo, es decir, del siglo XVIII. Se cuenta que un samurÔi llamado Ii Naotaka iba pasando cerca del templo durante una tormenta, cuando vio un gato blanco agitando su pata en lo que interpretó como una señal de saludo. Intrigado, Naotaka siguió al gato hasta dentro del templo, y así se salvó de ser alcanzado por un rayo. Agradecido por la protección del gato, Naotaka se convirtió en un benefactor del templo y ayudó a restaurarlo. Hoy, a lo largo del camino al templo y en varias partes del mismo se pueden ver mÔs de diez mil estatuillas del Maneki-neko. La costumbre es adquirir una en la recepción del santuario, escribir un deseo en la figura y dejarla allí para que el deseo se cumpla.


El templo Gotokuji se ha convertido en un lugar imperdible para los turistas amantes de los gatos. Fuente: The Gate.


Al igual que en la religión, los gatos han estado presentes en manifestaciones artĆ­sticas de distintas Ć©pocas en Japón, desde los dibujos chōju-giga, considerados los antecesores del manga,Ā hasta los animeĀ de nuestra infancia (Sailor Moon, Doraemon). Se le atribuye al sacerdote budista Toba SōjÅĀ el dibujo mĆ”s antiguo de un gato en Japón, justamente en un pergamino chōju-gigaĀ del siglo XII. Algunas historias dicen que en algĆŗn momento los japoneses consintieron tanto a sus gatos que estos dejaron de cumplir sus funciones de exterminadores de plagas, y entonces, la gente debĆ­a dibujar gatos en las paredes de sus casas para ahuyentar a los ratones. No pude confirmar la certeza de estos cuentos, pero sĆ­ existe envidencia de obras de arte muy populares protagonizadas por gatos: lasĀ xilografĆ­as clĆ”sicas ukiyo-eĀ del periodo Edo (entre el siglo XVII y el XVIII), especialmente las de Utagawa Hiroshige y Utagawa Kuniyoshi. Este Ćŗltimo grabó y pintó un gran nĆŗmero de gatos en distintas interpretaciones: en forma de caracteres kana, antropomorfos con ropas humanas, y en situaciones cotidianas, jugando con niƱos y robando pescado. Cuando el artista alcanzó el nivel de maestro, trabajaba junto a sus discĆ­pulos en un taller donde era frecuente ver gatos, incluso el mismo Kuniyoshi tenĆ­a la costumbre de pintar con uno dentro del kimono. Muchos de los gatos representados por estos artistas son Ā«colicortosĀ», ya que esta es una raza comĆŗn en Japón: el bobtail japonĆ©s, cuyo origen es incierto, pero se cree que llegó al continente asiĆ”tico hace unos mil aƱos. Esta raza de gato estĆ” Ć­ntimamente relacionada con el folclore japonĆ©s, en particular, con la leyenda del bakeneko.


El chōju-giga, Ā«caricaturas de animalesĀ», fue popular en el siglo XIII y se considera el arte que antecedió al manga. Fuente: Facsimile Finder.

En honor a la serie de grabados Las 53 estaciones de Tokaido del maestro Utagawa Hiroshige, Utagawa Kinoyushi hizo su propia versión, pero con gatos. Cada uno de los 53 felinos representa una de las estaciones que conectaban Edo (actual Tokio) con la entonces capital imperial, Kioto. La mayoría de ellos ostentan una cola corta, pues la raza mÔs común en el Japón del siglo XVIII era la bobtail. Fuente: Japón no Koyan.


Bakeneko, literalmente «gato monstruo», es un gato de habilidades sobrenaturales. Los relatos sobre esta criatura se volvieron populares también durante el período Edo, cuando las lÔmparas funcionaban con aceite de pescado. Los gatos, contra cualquier autoridad, acostumbraban pararse en dos patas para lamer el aceite. Es muy posible que la visión de un gato en esa posición sobre una lÔmpara formara sombras que exageraban sus proporciones, lo que debe haber sido una imagen inquietante para un humano y, también, alimento para todo tipo de historias fantÔsticas, que estaban en pleno auge. Podía considerarse bakeneko un gato de cola larga, uno que viviera mÔs de trece años, o que llegara a un kan de peso (3.75 kilos). Por estas razones, era común que se les cortara la cola o que se abandonara a los gatos mayores o que crecieran mucho. MÔs adelante se representaría al bakeneko como un yokai (espectro) de mÔs de cien años de edad, con la cola larga, que bajo la inocente apariencia de un gato común, era capaz de devorar humanos y suplantar su identidad.


Kuniyoshi también fue uno de los artistas del ukiyo-e que representaron al bakeneko durante el siglo XVIII. Esta es una ilustración de la leyenda de la Bruja Gato de Okabe (1835). Fuente: The Cuddlywump Cats Chronicles.


Estos relatos de terror, para mĆ­, son un claro indicio de miedo devocional. No solo los gatos son venerados en Japón, tambiĆ©n lo son los ciervos, los zorros y ciertos tipos de peces. Pero el gato tiene una forma de comportarse, de moverse y de comunicarse con el humano que marcan la pauta en la forma en que nos vinculamos. Un gato que se enrosca sobre sĆ­ mismo para dormir, o que ronronea sobre tu pecho, es una imagen idĆ­lica: si el gato decide dormir en el regazo de la humana, las ganas de ir al baƱo de la humana pueden esperar. Un gato que despedaza Ć”gilmente un pĆ”jaro es una imagen igual de emocionante, pero en otro sentido: duele, y para mĆ­ se siente, de alguna forma, incorrecta. Pero lo que estĆ” en su naturaleza no es incorrecto, solo es lo que es. Pienso en el gato de Sōseki, un sabelotodo que analiza a la humanidad con desdĆ©n. Luego pienso en Luna, la gata-guardiana-coach de vida de Serena —otro gato que habla—, cuando llama a su protegida a la razón y le recuerda que no puede seguir evadiendo sus responsabilidades de Sailor Moon. Pareciera que tanto el gato de antes como el de mĆ”s acĆ” supieran cosas que nosotros no, y por eso nos hablan, cuando ellos lo consideran apropiado, y pareciera, tambiĆ©n, que en Japón se dieron cuenta de eso hace siglos.

El Día Internacional del Gato se celebra cada 8 de agosto alrededor del mundo, pero algunos países tienen su propio día del gato, entre ellos, por supuesto, Japón, que por votación de los dueños de gatos del Comité Ejecutivo del Día del Gato en 1978, lo celebra cada 22 de febrero. La decisión de la fecha se debe a un juego de palabras: en japonés, la fonética del número 2 suena «ni», pronunciación semejante a la onomatopeya en el mismo idioma «nyan», por lo que el 22 del mes 2, es decir, 2, 2, 2 suena «ni, ni, ni», similar a «nyan, nyan, nyan». La voz del gato tiene ese poder e importancia en un país de gatos que conquistan de a poco los territorios que alguna vez fueron humanos, y que los someten a su tierna voluntad. Me refiero a un sometimiento que uno de cierta forma percibe y consiente, como dejarse engatusar, palabra que significa «engañar, no con Ônimo de hacer daño, sino como por burla y entretenimiento». Nos dejamos engatusar por ellos, yo creo que sí. Los gatos dan un poco de miedo porque son impredecibles, tienen colmillos, garras, ojos punzantes. Podrían hacernos daño, si tuvieran la voluntad. No en vano se ha creado tanto mito en torno suyo. Pero no hay que olvidar que todo lo que pensamos de los animales existe porque pensamos en ellos, un poco, como si fueran personas. Que no lo sean forma parte de ese misterio que mantiene la distancia necesaria para que surja la veneración.


En Japón se celebran varias fiestas relacionadas con los gatos. Estas imÔgenes son de la versión 2017 del festival Kagurazaka Bakeneko, que se celebra todos los años en el barrio tokiota de Kagurazaka. Gente de todas las edades asiste disfrazada y caracterizada como gato para bailar y desfilar durante el día. Fuente: One Man, One Map.


Hoy, el gato se ha consolidado como parte de la cultura pop japonesa —y del mundo, sĆ­, pero ellos llevan la delantera—. Incluso han contribuido de forma significativa a reflotar la economĆ­a luego de la pandemia de Covid-19: se estima que, en 2021, la industria en torno a los gatos —alimentación, atención veterinaria y la infinidad de negocios y artĆ­culos y de necesidad secundaria— movió 1,9 billones de yenes (alrededor de 14.600 millones de dólares). Los cafĆ©s de gatos, los festivales dedicados a los gatos, y la omnipresencia de imĆ”genes y figuras de gatos en todo tipo de productos y publicidad, dejan en evidencia su poder. Creo que el caso mĆ”s representativo es Hello Kitty, que ha traspasado fronteras y se ha convertido en un Ć­cono kawaii. Lo curioso es que esta gatita, en verdad, es una persona. Lo dijo su propia empresa creadora: Hello Kitty es una niƱa que vive en un suburbio de Londres, tiene una hermana gemela y una gata de mascota. Otro gato japonĆ©s que no es gato. Otra vez, hemos sido engaƱados.


Fuentes consultadas:


«Bakeneko», Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Bakeneko.

Imaizumi Tadaaki, «Is it true japanese cats have short tails?», Nipponia, 15 de septiembre de 2003. https://web-japan.org/nipponia/nipponia26/en/animal/animal01.html.

«Historia del gato», Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_gato.

«Los muchos gatos de Utagawa Kuniyoshi», Gatos y respeto, 10 de agosto de 2017. https://gatosyrespeto.org/2017/08/10/los-muchos-gatos-de-utagawa-kuniyoshi/.

Fatima Kamata, «Nekonomics, el poder de los gatos en la economía japonesa», BBC News Mundo, 3 de marzo de 2023. https://www.bbc.com/mundo/noticias-64740017.

Itakura Kimie, «Un viaje por Japón para descubrir las leyendas sobre los gatos autóctonos», Nippon.com, 20 de abril de 2021. https://www.nippon.com/es/japan-topics/g01054/.

«La isla de los gatos: así es Aoshima, el territorio de Japón que estÔ dominado por felinos», National Geographic en español, 8 de agosto de 2023. https://www.ngenespanol.com/traveler/la-isla-de-los-gatos-asi-es-aoshima-el-territorio-de-japon-que-esta-dominado-por-felinos/.

Real Academia Española, «Engatusar». https://dle.rae.es/engatusar.

David SÔnchez, «Hello Kitty no es gato: Fin de un ícono», El Periódico, 26 de julio de 2024. https://www.elperiodico.com/es/gente/20240726/hello-kitty-no-es-gato-nina-inglesa-dv-105934601.

Sei Shonagon, The pillow book, traducción de Ivan Morris, Penguin Random House, 1982. https://dn720003.ca.archive.org/0/items/the-pillow-book/The Pillow Book.pdf.

Hanya Yanagihara, «¿Why do cats hold such mythic power in Japan?» New York Times, 10 de mayo de 2023. https://www.nytimes.com/2023/05/10/t-magazine/japan-cats-travel.html.



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