Jeremías se despierta frente a una capilla, no tiene idea de quién es ni por qué los habitantes del pueblo lo tratan como el cura de la parroquia. Pronto se dará cuenta de que en esta oscura ciudad ocurren eventos aterradores: personajes marginales desaparecen y terminan en la hoguera del bosque, lo que parece no importar a nadie. No obstante, lo que comienza como un hecho aislado terminará siendo un mensaje para el mundo: la desaparición de la hija del alcalde pondrá en jaque la paz de un pueblo que parece haber perdido su espíritu.

 

A través de desconcertantes recuerdos, este relato narra la intención de un grupo de fanáticos —los adoradores del fuego— por iniciar la destrucción del mundo.

 

Andrés Olave (1977) configura una narración oscura, misteriosa, llena de elementos que dan cuenta de una perversidad subyacente a la vida diaria. El placer y su conexión con la destrucción constituyen la óptica con que, dentro de un universo distópico, se revela una realidad profundamente contemporánea.